Los que
conocen en carne propia los sinsabores de la emigración europea de los años del
desarrollismo (1961-1975), pueden ver en esta película alemana (2011) de
Yasemin Samdereli un producto descafeinado, una impostura. Nos muestra la cara
amable de lo que fue una sangría para los pueblos miserables de la cuenca
mediterránea, que encontró en la próspera Centroeuropa una solución a los
problemas endémicos de paro y falta de perspectivas de futuro.
Sin
embargo, en medio del desenfado de unos personajes que -tras vivir largos años
en Alemania- vuelven temporalmente a Turquía porque el “patriarca” de la
familia así lo decide, al comprarse una casa en el pueblo de origen, se
presenta lo que la emigración significó en años tan difíciles: alivio para la
situación de pobreza de millones de personas, inyección de recursos (remesas de
emigrantes) para las familias que quedaron atrás y para la Balanza de Pagos de
los países emisores…; pero también, desarraigo, separaciones, barreras de
integración y convivencia en lugares de recepción, vaciamiento de pueblos
mediterráneos y envejecimiento de los mismos… Y al final, acomodación en los
lugares de acogida, problemáticas con distintos grados de aceptación dentro de
las propias familias, y pérdida de valores culturales heredados, con problemas
de identidad personal y colectiva.
Pero todo
ello, regado con humor, tanto en la desenfadada interpretación de los
protagonistas (desde el abuelo que marchó 45 años antes, hasta los nietos
infantiles, pasando por su mujer, sus hijos, los amigos), como en las
situaciones descritas, con el choque de culturas, costumbres, comportamientos…
La acción
es muy dinámica, colorida y cambiante, alternando el relato del presente con la
evocación del pasado que lo explica. Es cierto que apenas toca el drama de lo
que aquel fenómeno significó para la mayoría, pero también lo es que se entrevé
en los diálogos, en los silencios, en las evocaciones. Sin su chispa de humor,
el film sería desgarrador y no están los tiempos como para salir con más depresión
de las salas donde se proyecta. Eso sí, quien quiera entrar en la intensidad
del drama que entonces se vivió (y en muchos lugares se vive), el libro ya
clásico “Cabeza de turco” (1987), de Günter Wallraff -duro donde los haya,
directo y sin concesiones- nos puede poner en situación.
1 comentarios:
La voy a buscar, gracias x la descripcion
Petra
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