¡Cuántas películas del oeste habré visto en
mi pueblo, cuando niño y adolescente! ¡Y cómo nos entusiasmábamos con las
victorias de los “buenos” (siempre los vaqueros) y la derrota de los “malos”
(siempre los indios), al final! Ahí sí que se nos “educaba” en los valores de
occidente, en la “vara de medir” los acontecimientos de la historia.
Luego, viviendo de joven en Barcelona y
después en Las Palmas de Gran Canaria, me “tragaba” sesiones dobles: dos
películas seguidas, prefiriendo también las del oeste, que eran las más
frecuentes en los cines de barrio a los que iba.
Por eso ahora, al releer “La resaca”, esa
novela cruda, realista de la primera etapa de Juan Goytisolo, de 1958, hago
mías estas frases que no tienen desperdicio:
“Proyectaban una película del Oeste y en la
sala no cabía un alma. Sentados en dos taburetes de madera, asistieron,
reteniendo el aliento, al asedio del Fuerte, por una tribu de apaches. El público chillaba ronco de emoción.
Obreros, marineros, estibadores y rapaces comentaban las incidencias de la
acción en voz alta, golpeaban en los brazos de sus asientos, pataleaban a cada
victoria del enemigo y arrojaban al pasillo cortezas de naranja y de plátano."
Sí, educación política, cívica, moral y… ecologista en práctica. Ahora están las bolsas de palomitas, pipas, gusanitos, más la coca-cola y los bocatas. Y las Guerras de las Galaxias, que los “marcianos” son otros “malos” con los que entretenernos desde nuestra civilización repleta de bondad…
Sí, educación política, cívica, moral y… ecologista en práctica. Ahora están las bolsas de palomitas, pipas, gusanitos, más la coca-cola y los bocatas. Y las Guerras de las Galaxias, que los “marcianos” son otros “malos” con los que entretenernos desde nuestra civilización repleta de bondad…
2 comentarios:
Tu memoria cinéfila es también la mía, Moisés. De hecho, el cine de mi infancia es 80% western, y el resto sucedáneos asiáticos, subproductos afines y otras delicatessens proletarias de la época. Hoy los malos seducen, y los buenos no se sabe bien lo que son. En las del oeste el mundo era plano y sencillo; el negro, negro, nunca azulcasioscuro. Hoy ningún personaje tiene el alma de una pieza.
Viví las mismas experiencias coetáneas en nuestros cinemas paradisos de referencia. Poco a poco -mucho más tarde- hubo un gran cine del oeste mucho menos maniqueo, con personajes fronterizos y crepusculares , entre los que destacaría los de las películas de Boetticher (Estación Comanche, p.ej.)
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