Sumario

Los idus de marzo



El cine político nos ha regalado una buena ristra de reflexiones acerca de la naturaleza, el devenir y las excrecencias del poder. Desde los años 70, el cine político se ha convertido en un fiel complemento del periodismo de investigación, pero sin las limitaciones de éste, aderezado por la libertad narrativa que otorga la ficción cinematográfica. La mayor parte de las películas de fondo político de las últimas décadas posee una intención claramente desmitificadora; intentan bucear en las catacumbas del poder, ilustrando al espectador-ciudadano acerca de la doble moral que alimenta y sostiene al poder político. Sin embargo, pocas sortean con inteligencia la tendencia al maniqueísmo. Salimos del cine confirmando nuestras sospechas de que todo poder político se sustenta en cierta inmoralidad y falta de transparencia, pero minutos después quedamos a expensas del escepticismo y la impotencia. ¿Qué podemos hacer los ciudadanos ante esto? Contemplar el espectáculo, nada más. 

Los idus de marzo (George Clooney, 2011) se une a una larga lista de películas que presentan, con buen pulso dramático, los oscuros intersticios que rodean a todo aquel que pretende acceder al poder y el coste moral que supone entrar de lleno en este juego. Nos ponemos en el lugar de un joven e ilusionado jefe de comunicación (Ryan Gosling) de un candidato para las Primarias Demócratas (George Clooney). A medida que avanza la trama, aquél irá abriendo los ojos, descubriendo que para estar arriba no puedes jugar limpio, o por lo menos, llegado el momento, debes estar dispuesto a elegir entre mantener impoluta tu honestidad profesional o ganar. 

Los idus de marzo revela perogrulladas acerca del poder político, instaladas desde que el mundo es mundo en el imaginario colectivo:

El poder político corrompe a quien lo prueba.
No se puede ganar unas elecciones sin jugar sucio.
En política, raramente coincide lo que se dice públicamente con aquello que en realidad se piensa o sucede. 
Si eres honrado y transparente, no te metas en política.

En fin, el catecismo apofántico habitual en este tipo de películas. Quizá lo mejor de todo es que me quedé con el gusanillo de volver a ver El candidato (Michael Ritchie, 1972). En esta trama, un joven abogado es fichado para presentarse como candidato demócrata al Senado; sus asesores ven en su sinceridad e idealismo una oportunidad para ofrecer una imagen fresca y renovada del partido. Pero claro, para llegar arriba, hay que pasar por vicaría. Os la recomiendo. No tiene desperdicio.

Los idus de marzo posee unas correctas interpretaciones -Gosling está cada vez mejor-, pero se puede añadir sin problemas a la lista de otras muchas denuncias del subsuelo político. La verdad, estoy deseando ver una película que trascienda la mera desmitificación o denuncia social, proponiendo un retrato más realista y a la vez ilusionante sobre la vida política. Dirán algunos: ¡pero entonces no sería cine político, sería ciencia ficción!

2 comentarios:

Anónimo at: 03 marzo, 2012 dijo...

Difícil dilema: o política o algo de honestidad. ¿Tienen que ser conceptos excluyentes? La teoría dice que no, pero la prensa dice que sí. Duvallier lo formuló: "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente".
En cualquier caso, nadie cree ya en ola clase política, tan necesaria y tan necesiatada de coherencia.
Nos queda soñar, como en el cine.

AG

Ramón Besonías at: 03 marzo, 2012 dijo...

En este caso, Alberto, el cine no nos hace soñar. Al contrario, nos devuelve a la realidad, pero amplificada por una lupa todopoderosa que todo lo ve (mal). Salimos peor del cine a cuando entramos.

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